
Se da por seguro que las compras, entre las actividades que mejor representan el sueño de bienestar auténticamente occidental, sean una búsqueda de gratificación individual, una de las maneras de cuidar de sí mismos, en práctica, atribuyéndose la satisfacción de un deseo de vez en cuando diferente.
Al mismo tiempo, la compra de bienes de consumo contribuye a definir nuestra identidad, no solo desde el momento en que elegimos un objeto en base a su función, sino también - y sobre todo - a la interpretación muy personal que le damos.
Es natural, por lo tanto, que los centros comerciales sean la interpretación más accesible y democrática de la creatividad contemporánea, entornos lúdicos en los que es literalmente posible experimentar nuevas rel

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